La presencia femenina en la aventura de la conquista y
colonización de América es todavía hoy una cuestión prácticamente desconocida. Sin
embargo, la mujer también ocupó puestos destacados en este episodio
de la Historia. Empresarias, religiosas, gobernadoras, virreinas y hasta
una almirante, mujeres valientes que se enrolaron en la aventura de la
conquista, y representaron la tercera parte de los pasajeros rumbo a
América entre 1560 y 1579.
El Museo Naval de Madrid acoge la exposición “No fueron solos. Mujeres en la conquista y colonización de América”, que aborda por primera vez la presencia y la participación activa de la mujer en la conformación del Nuevo Mundo, un tema al que, hasta ahora, se habían dedicado pocos estudios y exposiciones.
Acceso para minusválidos, hay una silla de ruedas a disposición del público.
El Museo no dispone de consigna.
El Museo Naval de Madrid acoge la exposición “No fueron solos. Mujeres en la conquista y colonización de América”, que aborda por primera vez la presencia y la participación activa de la mujer en la conformación del Nuevo Mundo, un tema al que, hasta ahora, se habían dedicado pocos estudios y exposiciones.
Esta muestra se divide en cuatro grandes apartados, en los
que se recorre el proceso de conquista y la colonización en toda su magnitud,
momentos históricos en los que influyeron las mujeres desde puestos destacados.
Su papel fue crucial como pionera en el ámbito socio-económico y determinante
en el asentamiento y el proceso de consolidación cultural de la naciente
sociedad hispanoamericana.
Entre estos hechos, destacan la intervención de la reina
Isabel la Católica para derribar el escepticismo de la Corte al
viaje colombino; la difícil travesía a Indias y la inevitable colisión de dos
mundos; o el mestizaje y el papel desempeñado por la mujer en la creación del
tejido social y económico del Nuevo Mundo.
La muestra exhibe un centenar de piezas pertenecientes al
patrimonio histórico de la Armada, y a otros museos estatales, privados y
colecciones particulares.
Entre las piezas, destaca una rueca de madera de finales del
siglo XVI, ya que el trabajo textil fue una de las tareas que marcó la vida
diaria de muchas mujeres y que llevaban a cabo en el estrado, un lugar también
dedicado a la tertulia, la lectura y la oración.
El mascarón de proa de la fragata Diana también se exhibirá
en esta muestra, ya que, al igual que otras figuras, también representaba
personajes femeninos de la mitología clásica, sirenas, diosas o amazonas, que
los conquistadores fusionaban con la mujer nativa para configurar una imagen de
mujer soñada, plasmada en cartas, relatos y crónicas.
A pesar de que la moda española llegó a las regiones de
Ultramar, las mujeres indígenas conservaron sus propios atuendos, por lo que
aquí también podrá verse una camisa femenina o huipil, que se convirtió en la
prenda indígena por excelencia desde la época prehispánica hasta la actualidad.
Un estribo de plata femenino del siglo XVIII es uno de los
ejemplos de expresión de la alta condición social de las criollas que, como
clase dominante, se manifestaban en muchos aspectos de la vida cotidiana a
través de la riqueza material, tanto en lo doméstico como en lo personal, así
como en actividades recreativas como la equitación.
América no solo fue cosa de hombres. Pisando los talones de
Colón se movilizaron un tropel de pioneras como Isabel Barreto, la única
almiranta de Felipe II y aunque su nombre no dice nada, fue una aventurera a la
altura de Magallanes y Orellana. Soñadora capaz de ajusticiar a un marinero
desobediente y avisar a navegantes: “Señor, matadlo o hacedlo matar… y si no,
lo haré yo con este machete”. Una de tantas mujeres que protagonizaron gestas
épicas en el Nuevo Mundo y olvidos legendarios en el Viejo.
En 1595, tras enviudar, Isabel Barreto asumió el mando de la
expedición que había partido de Perú en busca de las islas Salomón, donde ella
y su marido, Álvaro de Mendaña y Neira, ubicaban Ophir, un reino de oro y
piedras preciosas, otro Eldorado de los tantos de la época. Ni le intimidó la
idea de cruzar el Pacífico ni le atemorizó hacerse cargo de una tripulación de
héroes y villanos a partes iguales, que conspiraban para amotinarse cada dos
por tres, que a la mínima amenazaban con beber en la calavera del prójimo, que
malvivían a fuerza de agua con cucarachas podridas y tortitas amasadas con el
mar.
Barreto se puso a la altura de aquellos marinos que
navegaban con la muerte enrolada entre ellos. “Apenas había día que no echasen
a la mar uno o dos cadáveres”, escribió Pedro Fernández de Quirós, piloto y
cronista de la travesía. A él debemos esta descripción de su jefa: “De carácter
varonil, autoritaria, indómita, impondrá su voluntad despótica a todos los que
están bajo su mando, sobre todo en el peligroso viaje hacia Manila”. En su
búsqueda de las Salomón se toparon con las desconocidas islas Marquesas, donde
fondearon. No cabe duda de que Isabel Barreto desconocía el desaliento. Con7.000
millas náuticas a sus espaldas, el descontento de la tripulación
soplándole en el cogote y un marido recién fallecido, ordenó zarpar hacia Filipinas.
Pocos discutirían sus cargos (almiranta, gobernadora de Santa Cruz y adelantada
de las islas de Poniente) cuando avistaron Manila. Allí se casaría con Fernando
de Castro, al que contagió su arrebato y embarcó en otra enfebrecida travesía
hacia las Salomón.
No fue Barreto la única protagonista de aquellos días de
choque de civilizaciones. Las primeras fueron de la mano de Colón. En el tercer
viaje del almirante (1497-1498) iban a bordo 30 mujeres a petición de los reyes
Isabel y Fernando, entre 1509 y 1607 se han contabilizado, según la
investigadora de la Universidad de Alicante Mar Langa Pizarro, 13.218
pasajeras. Emigraron muchas –el 36% de los inscritos–, y entre ellas, algunas
poderosas. María de Toledo, nuera de Cristóbal Colón –se casó con su hijo
Diego–, fue virreina de las Indias Occidentales entre 1515 y 1520, aunque no le
concedieron el permiso para dirigir la Armada y colonizar tierra
firme después de la muerte de su esposo. En menos
de un siglo emigraron 13.218 mujeres de variada clase.
Una de las razones por las que se ha borrado la presencia
femenina es malévola: “Para presentar a los españoles como una panda de piratas
que solo buscan sexo y oro. Las mujeres humanizan el proceso”, expone Juan
Francisco Maura, que achaca el silenciamiento al gran peso de la historiografía
anglosajona para contar la aventura americana hispana. “En general presentan a
los anglosajones como colonos, sin el matiz violento de la conquista, mientras
que dibujan a los españoles como saqueadores y violadores que querían hacerse
ricos”, contrasta. Desde luego, subraya, las pioneras en llegar a América no
iban en el Mayflower en 1620. Hacía décadas que miles de españolas de
todo pelaje habían recomenzado su vida al otro lado del océano. “Y no solo en
un segundo plano como muchos quieren pensar, sino a la vanguardia de una
sociedad naciente”, aclara Maura.
Hubo armadoras como la sevillana Francisca Ponce de
León, que fleta su nao San Telmo a Santo Domingo 17 años después del
descubrimiento; innovadoras como María Escobar, la primera en importar y
cultivar trigo en América; empresarias como Mencía Ortiz, que funda una
compañía para enviar mercancías a las Indias en 1549, o feroces conquistadoras
como la extremeña Inés Suárez, que embarcó en 1537 como servidora de Pedro de
Valdivia y acabó siendo su amante y guerreando contra los araucanos en Chile, a
cuyos caciques (presos) decapitó sin contemplaciones.
El sueño transoceánico contagió a toda la población. Las
solteras no se arredraron: fueron el 60% de las que emigraron. Ricas, pobres,
religiosas, prostitutas o aventureras con certificado de buena conducta,
imprescindible para viajar legalmente. Francisca Brava hizo las Américas sin
dejar tierra firme. En un documento del Archivo de Indias se da cuenta de su
negocio: “Quien quiera comprar una licencia para pasar a las Indias, váyase
entre la puerta de San Juan y de Santiesteban, al camino que sale a Tudela,
cabo de una puente de piedra, y allí pregunte por Francisca Brava, que allí se
la venderá”.
Lo que las une a todas, según Carolina Aguado,
comisaria de la exposición del Museo Naval de Madrid, son sus narices. “Eran
mujeres de armas tomar. Abandonan un país en el siglo XVI y una sociedad donde
la mujer era un cero a la izquierda y se meten en un barco cuando esos viajes
eran terroríficos, con riesgo de pirateo y naufragio para llegar a una sociedad
que no conocían”. A la comisaria le impresiona la peripecia de Mencía Calderón,
que viaja con sus tres hijas y toma las riendas de la expedición al fallecer su
marido, Juan de Sanabria: “Tardan seis años en llegar a Asunción, afrontan una
tempestad, les atacan piratas y luego los indios tupis, ella pierde a una hija,
y cuando en Brasil no les dejan volver a embarcar, se pone al frente del grupo
que cruza el Mato Grosso. Del medio centenar de mujeres que habían zarpado
llegan solo diez”.
Quizá la única trayectoria que se
impuso al olvido fue la de Catalina de Erauso, la singular monja alférez. Su
asombrosa vida se transmitió y agrandó en diversas obras, que es la vía más
directa para abrirse un hueco en la eternidad. Erauso, novicia en un convento
español, zarpó para América, donde luchó vestida de soldado en un sinfín de
combates que acabaron granjeándole el respeto de compañeros y superiores. Todas
sus vulneraciones de la norma fueron toleradas. Incluida su sexualidad, porque
Erauso jamás ocultó sus preferencias.
Pero éstas son sólo algunas de las mujeres que estarán
presentes en esta exposición. Para descubrir a otras muchas más, qué hicieron y
cómo fueron sus aventureras vidas habrá que ir al Museo Naval ( Paseo del
Prado, 5 – Metro Banco de España).
La exposición se inauguró el lunes 21 y permanecerá abierta hasta el 30 de septiembre, en horario de 10 a 19 horas, de martes a domingo. Por motivos
de seguridad el desalojo de las salas comenzará 15 minutos antes de la hora de
cierre.
Es necesario la acreditación con D.N.I o pasaporte para entrar.
Acceso para minusválidos, hay una silla de ruedas a disposición del público.
El Museo no dispone de consigna.
Para más información: Museo Naval
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